Acupuntura: medicina milenaria contra el estrés
La acupuntura es una práctica perteneciente a la medicina tradicional originaria de China. Esta ciencia se basa en la estimulación de ciertas zonas del cuerpo, insertando pequeñas agujas metálicas en la piel. Las terapias alternativas son una buena opción para evitar tratamientos agresivos para el cuerpo. Pero recuerda, es importante encontrar un buen profesional que conozca su funcionamiento en profundidad. Fórmate en esta técnica milenaria con nuestro Máster en Acupuntura.
Índice de contenidos
Orígenes de la acupuntura
El origen de la acupuntura data de hace miles de años, entre el año 6.000 aC y 100 aC. Los numerosos escritos y referencias encontradas son confusas, pues la existencia de una tecnología tan antigua y capaz de construir agujas muy finas es dudosa. En Occidente no se estableció de forma definitiva hasta los años 70, y actualmente su práctica sigue generando controversia.
A pesar de no tener base científica, se asume que en el cuerpo existen varios canales por los que circula la energía vital, llamada qi o chi, y que numerosas dolencias y enfermedades son provocadas por un desequilibrio en el flujo de esta. La cantidad de agujas colocadas y su posición dependerá de la enfermedad o la dolencia que se quiera tratar. Estas se insertan en los puntos de los meridianos relacionados con cada órgano.
La teoría de los cinco elementos
La filosofía del todo, también llamada TAO, establece las bases de una relación de interdependencia entre las emociones, la salud, los órganos, las estaciones y un sinfín de elementos. La medicina china, del mismo modo, basa la relación de cinco elementos para diagnosticar y definir tratamientos.
- AGUA: Este elemento rige los órganos del riñón y la vejiga. La emoción arraigada a este elemento es el miedo y la ansiedad, que afectan a los huesos y al cabello y provoca una disminución de la energía.
- FUEGO: El fuego rige el corazón y el pericardio. Con el fuego identificamos un trastorno de autoestima, nerviosismo y emotividad intensa, lo cual perjudica al sistema venoso y arterial del ser humano.
- MADERA: El hígado y la vesícula biliar pertenecen a este elemento, y a este le adjudicamos la rabia, la cólera, la indignación y la hostilidad. Todas ellas son emociones de carácter negativo que afectan a los músculos, los ojos y la presión arterial.
- METAL: En este caso, el pulmón y el intestino grueso son los órganos afectados, a los que atribuimos la tristeza, la apatía y toda clase de dolor emocional. Esta emoción afecta de forma dañina a la piel, la respiración y la motivación de la persona afectada.
- TIERRA: El estómago y el bazo son los órganos que relacionamos con dicho elemento, y la emoción anexada a estos es la ansiedad por el futuro, las dudas, las críticas y la desconfianza. El tejido conectivo, las digestiones, deposiciones intestinales y el sueño se ven notablemente afectados por estos sentimientos.
Beneficios de la acupuntura
En 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS) analizó las pruebas clínicas basadas en esta terapia natural, y extrajo de este los múltiples beneficios que tiene sobre el cuerpo.
La aplicación de agujas estimula la conducción de señales electromagnéticas, que pueden llegar a producir células inmunológicas o sustancias químicas que reducen el dolor y facilitan el sueño. Por otra parte, estimula el hipotálamo y la glándula pituitaria, que controlan el sistema nervioso del cuerpo y el apetito, entre otros. La secreción de neurotransmisores y neurohormonas, además, puede ser positiva para la química del cerebro. Finalmente, la acupuntura activa el sistema opioide natural del cuerpo, el cual se encarga de regular la sensación del dolor y el sueño.
Con la acupuntura podemos tratar desde problemas musculares, dolores de cabeza, ansiedad, estrés y falta de energía, hasta problemas digestivos, urinarios y ginecológicos, entre otros. Como vemos, la acupuntura influye en el sistema inmunitario, hormonal, sanguíneo, nervioso y un largo etcétera. Su función principal no es curar, sino regular los ritmos internos. Activa unas funciones determinadas y ralentiza otras, de modo que restablece el equilibrio natural de los órganos y sistemas del cuerpo humano.